Este capítulo habla de las emociones y del miedo. Explica qué son, cuáles son y cómo afectan o defienden a una persona.
El diagnóstico de cáncer las pone a flor de piel, y nos ayuda a comprender cómo nos afectan y para que nos sirven, aun las emociones que consideramos negativas.
Las emociones estarán constantemente en cada momento o etapa de la enfermedad a partir del diagnóstico. Por eso es fundamental saber de cada una lo que genera y cómo controlarlas, en especial aquellas que desencadenan problemas orgánicos si no se las maneja adecuadamente.
Le brindo algunos párrafos del capítulo, que desarrollo a fondo en el libro.
“Al comienzo expliqué qué es el cáncer, cómo se lo estudia y cómo se lo trata y cité estadísticas de cura y control… Ahora le toca el turno al mundo de las emociones.”
“En esta parte del libro me referiré a usted, a lo que le pasará a alguien que disfrutando de una vida normal se ve de pronto en una situación límite como la de enfrentar una “Cruel y penosa enfermedad”, como le llaman los periodistas. El cáncer lo invade y su vida cambia, con emociones desorganizadas que lo hacen tambalear…”
“Por más que quiera convencerlo de que usted se puede curar, su cerebro emocional de inicio se resistirá a aceptar esta posibilidad como una verdad. Estoy segura que lo va a poder pensar así después de leer este capítulo. Le llevará tiempo pero podrá enfrentar la enfermedad desde un lugar diferente…Comenzaré por contarle qué es una emoción, por qué la siente y cómo la expresa, cómo la ve en sus familiares y amigos. Sentir emociones es algo de todos los días y sin embargo no tenemos claro cómo interpretarlas y dominarlas.”
“Una emoción es una reacción del organismo que surge ante un estímulo, y sirve para acomodarse a ese momento. A veces las llamamos vivencias, sensaciones o sentimientos, pero no son las mismas cosas.”
“El miedo fue la emoción más común expresada por casi todos los enfermos al recibir el informe diagnóstico con la palabra “Tumor”, “Carcinoma” o “Cáncer”.”
“…El miedo es una emoción universal negativa ante una amenaza real o que imaginamos. La amenaza real funciona como alarma ante una situación concreta y cierta que irrumpe en nuestra vida. La amenaza imaginaria plantea una situación más difícil porque el peligro no existe o lo creemos mayor de lo que es…”
