Hoy murió alguien

Hoy murió alguien. En mi ciudad, en la ciudad de paso, murió alguien. En mi Mar del Plata de las vacaciones alguien murió, y muchos lo lloraran. Alguien que disfruto de su inmenso mar, de su viento sur, de sus desigualdades amaneceres.
Hoy murió alguien, y el ruido de enero en las calles del centro disfrazo la tristeza de sus amigos. Los pequeños rascacielos intercalados entre los antiguos chalets señoriales de la Biarritz de América, multiplican el bullicio, pero hoy dejaron palpar el doloroso silencio.


Hoy murió alguien en mi ciudad de la infancia, alguien que camino sus calles, que trepó sus lomas, que camino su costa interminable, que disfruto sus museos y sus cines. Parques geométricos, con árboles legendarios que bordean avenidas antiguas, por donde las carretas del siglo pasado circulaban lentamente y dejaban en sus mansiones a las más prestigiosas familias que no podían viajar a Europa de la primera guerra.
Hoy murió alguien en mi ciudad de verano, con su gente prestada alegre, descansada, feliz, indiferente al dolor de su gente estable, porque la promesa es la de una ciudad feliz, aunque sea por unos días.
Hoy murió alguien, y el interminable mar plateado será testigo. Albergará las cenizas de un cuerpo liberado de emociones y deseos, que compartirá con desconocidos y con seres amados, cuya libertad innegociable soñaba con un momento infinito, devuelto a una naturaleza dinámica y bella como lo es el océano.

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