
Antes y después del cáncer un paciente es persona, y como tal tiene emociones, sentimientos, compromisos, obligaciones y presiones.
A lo cotidiano se le suma ahora una nueva ocupación, imprevista y para siempre, que es el tratamiento y los costos de su enfermedad. Esto genera una importante presión, ya que hay que someterse a cirugías, rayos, quimios, estudios y controles, con fechas y horarios que interrumpen o complican la actividad laboral y social, y altera mucho al entorno familiar.
Por eso es importante reconocer estas presiones, y buscar el modo de manejarlas lo mejor posible, mientras dure el tratamiento.
PRESIONES INTERNAS
1- Sentir incertidumbre sobre la evolución de la enfermedad. Esta presión sobre la duda de los resultados del tratamiento generan preocupación, insomnio y cambios en el carácter. Implica ansiedad, angustia, momentos de enojo y tristeza, mezclados con arranques espasmódicos de esperanza y paciencia.
2- Creer que habrá cambios en la situación económica. Esta presión de no saber si se podrá seguir con el trabajo habitual, o si se deberá depender de los ahorros para pagar los gastos del tratamientos, o si deberá recurrir a la ayuda de familiares o terceros, genera una presión intensa por seguir trabajando a cómo de lugar. Esta situación se alivia cuando se dispone de licencia en trabajos públicos o de seguros privados, que permite disponer de recursos aunque no se los genere.
3- Sentir la obligación de hacer sentir bien a toda la familia y amigos. No querer preocupar a los afectos y dar la sensación de tener todo controlado es una presión muy importante que siente el enfermo, y que muchas veces no se puede sostener. La negación o enojo de algunos miembros de la familia, o tener niños pequeños son factores que generan una presión extra en el paciente, que no sabe cómo manejar. La ayuda psicológica es fundamental.
PRESIONES EXTERNAS
1- Sostener la idea de que se debe ser sano y feliz todo el tiempo. Fantasía y presión social. Todos nos veremos afectados en algún momento, pero la presión de negar esto en algunos grupos familiares o en algunas personas que enferman hacen que se quiera mantener escondida la enfermedad, para no dar lugar a comentarios despectivos o de lástima del entorno. O perder contactos y amigos porque ellos no pueden soportar ver enfermo a alguien, hecho muy común y que más apena a los enfermos.
2- Tener el temor a ser reemplazado en el trabajo. Esa presión hace que el paciente siga yendo a su trabajo sin avisar que está enfermo, pero no pueda dar respuesta al mismo. Muchas veces los compañeros de trabajo quieren su puesto, o simplemente no les importa la vida del compañero, y la competencia por un cargo mete tensión a quien debe a veces descuidar el trabajo por los tratamientos.
3- Sentir miedo a la soledad y el abandono social. Pensar que se quedará sin amigos y se olvidarán de él, es una presión innecesaria que se imponen muchos pacientes. Por eso no cuentan ni hablan de su enfermedad.
Excelente descripción.